¿Cómo nos afectan las hormonas?

Las hormonas sexuales varían en hombres y mujeres y esto podría explicar en parte otras diferencias entre géneros, como la tan famosa “variabilidad emocional” en el caso de las mujeres.

Las hormonas sexuales femeninas más abundantes son los estrógenos y la progesterona y la hormona masculina, la testosterona.

Algunos estudios relacionan un bajo índice de estrógenos con la depresión femenina, pero un exceso de estrógenos también puede repercutir perjudicialmente en el comportamiento en momentos críticos del ciclo menstrual, llegando a provocar ansiedad y sobre todo otros tipos de trastornos orgánicos igual de molestos.
Según otros estudios recientes, estos desequilibrios pueden favorecer también la aparición de enfermedades graves como el cáncer.

Los estrógenos son indispensables, no sólo por el buen funcionamiento del sistema sexual y reproductor sino también por la buena salud de los huesos, el control del colesterol y la grasa corporal. Un exceso, sin embargo, puede darnos bastantes quebraderos de cabeza, literalmente hablando, ya que la migraña también puede ser uno de los efectos de este exceso.

Y si no teníamos suficiente con la imprevisibilidad de nuestras propias hormonas, en el medio ambiente nos encontramos con los disruptores endocrinos, sustancias que cuando entramos en contacto con ellas nos hacen aumentar los niveles de estrógenos de forma artificial. Estos disruptores los encontramos en los alimentos, los cosméticos, los
utensilios de cocina, en los plásticos, las latas, eres.. en las mujeres tienen muchas repercusiones y en los hombres
incluso pueden causar infertilidad y el crecimiento de las mamas.

El síndrome premenstrual afecta sobre todo a mujeres que sufren este exceso de estrógenos. El desequilibrio causa muchos síntomas físicos como dolor, inflamación de mamas, pero también psicológicos como ansiedad, irritabilidad y depresión. Todos estos efectos se intensifican si nos alimentamos de forma poco conveniente.

El devorar alimentos que contienen gran cantidad de azúcares puede incidir aún más en este desequilibrio, el aumento de azúcar en el organismo origina un incremento de los estrógenos, de la insulina y de la histamina, lo que hace que se retroalimenten sus efectos nocivos.

Durante la segunda parte del ciclo menstrual la progesterona debe adquirir mayor protagonismo, en cambio si predominan los estrógenos notamos más los efectos. El desequilibrio hormonal afecta en parte a los neurotransmisores cerebrales, que son las sustancias químicas relacionadas con el estado de ánimo, el hambre, el sueño y el comportamiento humano.

El desequilibrio hormonal, acompañado de una gran ingesta de azúcares puede crear un terreno fabuloso por la proliferación de las cándidas (hongos/levaduras), convirtiendo esta superpoblación en una infección llamada Candidiasis.

Por otra parte, en las mujeres con menopausia, los tratamientos de sustitución hormonal también pueden causar perjuicios, por tanto es importante en esta etapa saber nutrirnos de forma que sufrimos menos los efectos sin tener que recurrir a tratamientos artificiales que pueden agrandar el problema .

No podemos controlar todas las variables que inciden en estos desequilibrios, pero sí podemos decidir sobre la más importante, nuestra alimentación.

Por ejemplo, la aromatasa es una enzima responsable de un paso clave en la producción de estrógenos, hay alimentos que le inhiben, en cambio como ya hemos explicado, otros, como los azúcares, lo activan.

Se pueden mejorar los síntomas limitando:

– Los azúcares
– Los lácteos de vaca
– La Soja no fermentada
– Las bebidas azucaradas
– El alcohol
– La carne roja

En cambio, se aconseja aumentar la ingesta de:

– Linde, sésamo, Chia
– Cereales sin gluten como el Alforfón
– Frutos secos, en especial las nueces de Brasil
– Frutos del bosque, como los arándanos
– Uva roja, por las sustancias que contienen la piel y las semillas
– Alcachofas, nabos, remolacha, las coles, especialmente el brócoli
– Granadas y manzanas
– Legumbres
– Fuentes de omega 3, como los peces azules
– Hierbas que protegen al hígado como el Diente de León y el Cardo Mariano.

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