Controlar la ira con Mindfulness.

El ser humano, y el resto de animales, estamos sometidos a condicionamientos que se han ido programando desde nuestra infancia, algunos nos hacen tener comportamientos que no siempre entendemos o que no nos gustan.

El estudio del Acondicionamiento surge del trabajo de finales del siglo XIX del psicólogo Ivan Petróvich Pávlov quien descubrió que los perros eran capaces de anticipar la administración de comida cuando se asociaba éste con un estímulo supuestamente neutro, por ejemplo, el sonido de una campanilla, pues bien, nosotros, los humanos también podemos reaccionar ante estímulos y no ser siempre conscientes de ello, la diferencia es que nuestro acondicionamiento es mucho más complejo, para nosotros el sonido de la campanilla equivaldría a la interpretación que hacemos de lo que nos está pasando, y como todas las interpretaciones, van cargadas de juicios y suposiciones carentes de objetividad.

Las reacciones posteriores a las interpretaciones son diversas y rigen la mayor parte de nuestras actuaciones en la vida cotidiana. Como explica el psicólogo Vicente Simón en su libro “Iniciación al Mindfulness”, en cada paso de la secuencia condicionada existe la posibilidad de detener la rutina y hacer sitio a una respuesta creativa, lo que significa que con un poco de entrenamiento, podemos detener nuestro piloto automático.

La solución a esta “falta de control” choca con uno de los problemas más importantes y más básicos que tenemos las personas y es que no nos conocemos tan bien como pensamos. Para conocernos es necesario que empecemos a desarrollar nuestro propio rol del “observador”, es decir una especie de ente que contempla desde la distancia cómo responde nuestra mente a las situaciones que nos acontecen.

Para adquirir un buen hábito observador, es muy importante que no juzguemos lo que sentimos, de hecho nosotros no somos responsables de lo que sentimos, sólo lo somos de cómo actuamos, las emociones no son buenas o malas, simplemente son, y lo que nos diferencia como personas es lo que decidimos hacer con estas emociones.

Podemos practicar la postura del observador en todas las situaciones de nuestra vida, nos hará conscientes de lo que estamos sintiendo en cada momento, de las interpretaciones que hacemos y también recordaremos otras situaciones en las que tuvimos un comportamiento poco saludable ante el mismo estímulo. Se trata, en resumen, de romper la secuenciación de la que hablaba al principio y decidir libremente el desenlace de la situación.

La ira es una emoción aparentemente negativa que irrumpe con fuerza en nuestra vida y que parece difícil de controlar. Identificar la interpretación ante la que se despierta la ira es el punto clave, por ejemplo, cuando alguien no nos trata como quisiéramos pensamos que es una mala persona y que bajo ninguna circunstancia debería tratarnos mal. Podemos observar el pensamiento y ser conscientes de la interpretación pero no es necesario obedecerla, es el momento de poner en duda todo lo que nos pase por la cabeza, y en este caso en concreto aceptar que nadie está obligado a ser amable con nosotros.

Si somos capaces de ralentizar la secuenciación, no hacer caso de la campanilla, detener la reacción automática y tener otra más adaptativa y funcional, estaremos lejos de demostrar ira y los consiguientes comportamientos microviolentos, mejorará así el concepto que tenemos de nosotros mismos y también nuestra forma de relacionarnos con el resto del mundo.

No estoy justificando ningún mal comportamiento hacia nosotros, ni digo que tengamos que aceptar situaciones en las que no nos sintamos cómodos, al contrario, podemos decidir alejarnos de las personas que no nos tratan como pensamos que nos merecemos pero con la calma, decidiendo desde la libertad, no desde una reacción emocional llena de ira, el comportamiento de los demás no debe condicionar el nuestro.

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